A mis lectores, el tiempo. Una cosa a la que no le damos valor alguno, suponemos siempre que es algo efímero, algo que puede escurrirse entre nuestros dedos y no causar ningún efecto aparente. En reiteradas ocasiones, por no decir siempre, no le damos importancia. Al ser algo tan intangible -aunque al mismo tiempo es todo lo contrario- creemos que existe en abundancia, que es una fuente inagotable de un recurso natural eterno.
Mi querido amigo, quien reloj en muñeca lee estas primeras líneas con expresión, tal vez de sorpresa o tal vez incrédula, lamento echar por tierra todo lo que daba por cierto respecto a este asunto. El tiempo es cosa seria. Usado sabiamente es gratificante y vehículo de grandes logros, personales y profesionales -por englobar en una sola palabra- pero utilizado de manera poco inteligente puede ser un ancla que nos lleva hacia abajo sin escalas. Aunque podemos traer a la arena una tercera faceta o cara del tiempo que realmente no es muy simpática, muchas veces es hasta dolorosa y es digna de este intrincado -por no decir retorcido- Director para sumirlos en un recontó de vuestras vidas que puede ser doloroso y a la vez puede enriquecer… algo.
Tanta introducción Sr. Director, ¿a dónde quiere llegar con esto? Bueno, más que elocuente es el tópico de esta desprolija editorial, Destiempo. Aquí los quiero traer. Tal vez algunos lo estén viviendo y esto les resuene o, posiblemente para otros sea una prueba superada. Si son fieles seguidores de este extraño Director que siempre habla de cosas raras recordarán como más de una vez he hablado dl porqué la llegada -o la partida- de personas en nuestra vida. Es difícil encontrarle explicación con las técnicas más comunes, pero si le damos una vueltita de rosca podemos llegar a conocer por qué y aprender -y entender- sobre ello.
Pero ¿qué pasa cuando, por poner un ejemplo fácil, es uno quien llega a Destiempo? Supongamos un ámbito amoroso y un choque inevitable a la vida ya armada de otra persona. Todos, estoy seguro, hemos tenido de estas experiencias. A veces es como querer hacer encajar un elemento cuadrado en un agujero redondo, simplemente, por más que uno intente, no funciona. El devenir de los acontecimientos y el corazón, en su gusto por sufrir acompañado del ego, nos insta a seguir peleando una batalla que, en la mayoría de los casos, está perdida. Alguien podrá compararlo con una especie de vendaval. Un pueblo calmo donde todo, de alguna manera funciona, y sucede esta fuerza incontenible que termina por destruir todo lo que antes funcionaba y, por supuesto, ahora resta recoger los pedazos.
Voy a poner un paño frio en esta dolorosa editorial y traer una frase que me parece muy oportuna para estos casos: “Después de la tormenta, la marea deja en la playa tesoros ocultos para quienes saben buscarlos.” Nos habla principalmente de resiliencia y nos deja algo que puede ser utilizado como una gran arma para evitarnos ese “choque” y está “ruptura” interna y es el aprender a “soltar”. Tener la suficiente inteligencia emocional para saber que ahí no es, que ya no queda nada para nosotros y que debemos dar media vuelta y continuar nuestro camino. Soltar, que difícil.
En la vida se nos presentan oportunidades de todo tipo para que podamos aprender, ser mejores personar, y no caer en las mismas situaciones una y otra vez -donde este cíclico Director se declara culpable- y poder detectar y adaptar nuestra visión al famoso ejercicio de “soltar”, como mencioné en el párrafo anterior. Duelen, pero terminan siendo grandes oportunidades para avanzar.
Para terminar esta ríspida editorial donde seguramente he revuelto más de un corazón quiero decirles, mis queridos y heridos lectores, que siempre sale el Sol, podemos estar atravesando la tormenta perfecta, no encontrar una salida durante muchísimo tiempo y llegar al borde de la locura, pero siempre, siempre al final se disipan las nubes negras. Por supuesto hay que poner una cuota de resiliencia y de Soltar para ayudar a soplar a ese viento y que despeje sin mayores heridas.
Los quiero mucho, seamos felices y simples.
Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde Argentina
Ignacio Bucsinszky
Este artículo esta publicado en el boletín digital, número 62, que corresponde al mes de enero de 2025.