El 8 de septiembre del 2024, se cumplen 10 años desde que Juan Carlos Pisano, una figura central en la comunicación católica argentina, partió hacia la Casa del Padre. Este hombre, a quien tuve la fortuna de conocer y trabajar, dejó una huella imborrable en mi vida y en la de muchos otros. Pisano no era solo un hombre de radio, productor, guionista y actor, sino también un mentor, un amigo, y para mí, un ejemplo a seguir.
Quiero rendirle un homenaje, recordándolo no solo como el “Almirante” en el proyecto radiofónico más grande en el que participó, sino también como el ser humano extraordinario que fue. Espero que mis palabras logren capturar, aunque sea en parte, la magnitud de su figura y lo que significó para quienes tuvimos el privilegio de conocerlo.
El recuerdo más vívido que tengo de Pisano está estrechamente ligado al proyecto que nos unió, el radioteatro internacional “El viaje que cambió al mundo”. Este proyecto, que involucró a 448 actores y profesionales de la comunicación de 24 países, fue una de las experiencias más enriquecedoras y desafiantes de mi carrera. Y, sin duda, la presencia de Juan Carlos fue fundamental para que todo cobrara vida.
Recuerdo como si fuera ayer el día en que decidimos invitarlo a participar en el primer episodio de este radioteatro. Mi compañero en la radio, Carlos Guzmán, y yo, no tuvimos ninguna duda sobre a quién queríamos en el papel del Almirante Cristóbal Colón. Sabíamos que Pisano era la persona perfecta para darle voz y alma a este personaje complejo. Cuando lo llamé por teléfono para proponerle el proyecto, su respuesta fue inmediata y entusiasta. Un rotundo “sí” que no solo me alegró, sino que me llenó de una profunda gratitud.
El desafío de escribir el guión del primer episodio fue una experiencia llena de nerviosismo y expectativas. Era mi primera vez como guionista en un proyecto de esta envergadura, y la responsabilidad de que Pisano fuera quien diera el visto bueno a mi trabajo me llenaba de ansiedad. Sabía que no sería fácil, pero también sentía que tenía que estar a la altura.
Después de terminar el guión, se lo envié por correo electrónico para que lo revisara. La espera de su respuesta fue interminable, llena de dudas y miedos. ¿Le gustaría? ¿Me haría muchas correcciones? Finalmente, una mañana recibí su respuesta, en la que me pedía que lo visitara en su casa en el barrio de Almagro, en Buenos Aires.
La visita a su casa fue un momento que nunca olvidaré. Mientras subía las escaleras, que parecían interminables, mi mente estaba llena de preguntas y escenarios posibles. ¿Qué pensaría del guión? ¿Estaría a la altura de sus expectativas? Al llegar, me recibió con una gran sonrisa y un abrazo que disipó, al menos momentáneamente, mis temores.
Nos dirigimos a su estudio, un lugar que reflejaba la magnitud de su obra y su dedicación a la comunicación y la evangelización. Cada rincón estaba lleno de recuerdos de su trayectoria: libros de su autoría, VHS de sus participaciones en jornadas de formación, cassettes de audio con programas de radio, afiches de sus obras de teatro, carpetas y borradores con sus escritos. Sentí el peso de estar en presencia de un gigante de la comunicación católica, alguien que había dejado una marca indeleble en cada proyecto que tocaba.
Pisano me entregó una copia impresa del guión con algunas correcciones hechas a mano. Las leímos juntos, y me sugirió unos pocos cambios, casi insignificantes. Pero lo que más me impactó fue el momento en que, tras una breve pausa, me miró a los ojos y me preguntó por qué estaba tan nervioso. Le confesé que estaba intimidado por la magnitud de su figura y por lo que significaba para mí que fuera él quien diera su aprobación al guión.
Su respuesta fue un golpe de realidad que nunca olvidaré. Con una sonrisa, me dijo que no exagerara y, luego, se puso serio para hacerme una pregunta que me dejó sin palabras: “¿Por qué no escribiste el guión de ‘El confesionario del Tiempo’? ¿Por qué no lo terminaste?” Me encontré sin saber qué decir, sintiendo el peso de su pregunta como una carga inmensa. Le respondí con sinceridad, diciéndole que no lo había terminado porque no creía que estuviera a su altura y temía que lo considerara malo, lo que podría afectar nuestra amistad.
Una vez más, se rio y me animó a no dudar de mi talento. “Ya estás listo para escribir lo que sea”, me dijo con una convicción que me sorprendió y me llenó de una nueva confianza en mí mismo. En ese momento, comprendí la profundidad de su generosidad y su capacidad para ver lo mejor en las personas, incluso cuando ellas mismas no lo veían.
El trabajo en “El viaje que cambió al mundo” no solo consolidó nuestra amistad, sino que también me permitió conocer a Pisano en una nueva dimensión. En el transcurso de las grabaciones y la producción, descubrí al hombre detrás del profesional, al amigo detrás del mentor. Aún hoy guardo con cariño sus correos electrónicos, llenos de palabras de aliento y reflexiones personales sobre nuestro trabajo conjunto.
Una de las cosas que más me conmovió fue su cambio de opinión sobre la figura de Cristóbal Colón. Inicialmente, como muchos otros, tenía una visión crítica del Almirante. Sin embargo, al analizar en profundidad la información y los matices que presentamos en los tres guiones en los que participó, comenzó a ver al personaje de una manera diferente, lo que fue un testimonio de su capacidad para mantener una mente abierta y en constante evolución.
Pisano era una persona que siempre creía en los demás, que brindaba su apoyo incondicional y que, a través de su generosidad, tocó la vida de muchas personas. Fue un mentor para mí, no solo en lo profesional, sino también en lo personal. Su confianza en mi capacidad para contar historias me dio el valor para seguir adelante, y su ejemplo de humildad y entrega me mostró el verdadero significado de la grandeza.
Recuerdo con especial cariño las últimas palabras que me dijo al despedirme de su casa aquel día. Con una sonrisa y un tono serio a la vez, me dijo: “Alfred, ya estás listo para escribir lo que sea, no dudes nunca del talento que el buen Dios te regalo para contar historias, no lo olvides, hablamos, chau” Esas palabras resonaron en mí durante mucho tiempo, y aún hoy, años después de su partida, siguen guiando mi camino.
Alguien cercano a Pisano me comentó una vez que él me veía como el hermano menor que nunca tuvo. Ese comentario, aunque pequeño, significó mucho para mí. Refleja la profundidad de nuestra relación y el impacto que tuvo en mi vida. Desde su partida, he tratado de honrar su memoria siguiendo sus enseñanzas y tratando de ser digno de la confianza que depositó en mí.
Este mes de septiembre, en el boletín digital de ANUNCIAR Informa, recordamos a Juan Carlos Pisano bajo la icónica figura del Almirante Cristóbal Colón. Pero más allá del personaje histórico, quiero destacar al hombre que transformó la vida de quienes lo conocimos. Pisano fue un verdadero “Almirante” en el sentido más profundo de la palabra, guiando y liderando con un corazón generoso y una visión clara de lo que significa comunicar con amor y pasión.
Este homenaje no es solo un tributo a su memoria, sino también un recordatorio de la importancia de creer en uno mismo y en los demás. Pisano nos enseñó que el verdadero liderazgo no consiste en imponer, sino en inspirar y apoyar a quienes nos rodean, y esa es una lección que llevaré conmigo para siempre.
Espero que este testimonio haya logrado transmitir, aunque sea en parte, la grandeza de Juan Carlos Pisano y lo que significó para mí y para tantos otros. Su legado sigue vivo en cada palabra, en cada proyecto, y en cada historia que contamos, y por eso, siempre será recordado, en La Productora, como el “Gran Almirante” que cambió nuestras vidas.
Un dato que agrega contenido de valor a este tema de tapa, Mientras escribía estas líneas el lunes 26 de agosto de 2024, me di cuenta de un hecho que nunca había notado antes. Fue precisamente un 26 de agosto, pero del año 2010, un día jueves, cuando Juan Carlos Pisano me recibió en su casa del barrio de Almagro, en Buenos Aires, para revisar y hacer las correcciones del primer episodio del guión del radioteatro “El viaje que cambió al mundo”.
La fotografía captura un momento especial: el día en que nuestro editor en jefe se reunió con Juan Carlos Pisano en su casa del barrio de Almagro para revisar el borrador del guión del episodio 1, un jueves 26 de agosto de 2010.
En esta fotografía, Juan Carlos y Alfredo Musante se dan la mano, justo antes de presentarse ante el público en la rueda de prensa del episodio 3, “Las Cadenas del Almirante” (05.10.2012). En ese momento, ambos están interpretando una escena en la que el Almirante se encuentra con su mejor amigo, “Barba de Plata”.
Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde España
Alfredo Musante
-Este artículo está publicado en el boletín digital, número 58 que corresponde al mes de Septiembre de 2024.