Era un viernes del mes de mayo. Llegué al Colegio María Auxiliadora en Barquisimeto, Venezuela, de visita a una “monjita”, tía nuestra, perteneciente a la comunidad de los Salesianos. Me acompañaban mis padres. Aquel día la espera se hizo larga. ¡Claro está!, se me iba a revelar el secreto de la verdadera felicidad. Y les cuento cómo ocurrió… Llegamos al colegio, a plena tarde y mientras acelerábamos el paso, mi mirada no escatimaba esfuerzo alguno por contemplar cada escena. Todo resultaba un espectáculo, muy bien armonizado. Niñas jugaban en el patio central y genuinas risas hacían eco, dejándose orientar por el viento. Nos ubicamos en unas sillas azul rey, justo en el pasillo que colindaba con el patio central. De pronto, nos sorprendió una joven de no más de veinte años, con una pregunta dirigida a mí, específicamente: Y la niña, ¿Qué desea tomar? ¿Refresco o jugo?
Recuerdo vivamente su rostro. Era una joven -laica- de cabello negro muy brillante, ojos almendrados y tez morena, con dientes tan blancos como las perlas de la Isla de Margarita. Se le veía feliz, a la joven, muy feliz. Al no recibir respuesta, intentó persuadir con un guiño, acompañado de un segundo ofrecimiento; esta vez se trata de unas galletas. Mi voz interrumpió, sin rasgos de timidez:
- ¿Qué hacen ustedes aquí?
- Somos felices, respondió la joven risueña.
Mi curiosidad se daba cada vez más prisa y no conforme con la respuesta, lancé -de manera estrepitosa- una segunda pregunta, mientras se oían las voces ruborosas de mis padres haciéndome ver -entre dientes- que me abstuviera de cualquier imprudencia.
- ¿Viven aquí encerradas?
- ¡NO!, somos libres como el viento, añadió la joven, con aires de santa picardía.
Acto seguido, se incorpora, sigilosa, la tía Sor Luz Bolivia y aquella joven de tez morena, cuyo nombre jamás figuró, inició su marcha triunfal de regreso, sumergida en un largo pasillo, hasta que mi vista no logró divisar más la silueta. No la volví a ver, pero sin duda fue un encuentro inédito, en medio de un contexto absolutamente cotidiano. El ambiente, insisto, destilaba felicidad por doquier. Una felicidad tan magistral que cautivó no sólo mi mirada sino mi atención. La tía Sor Luz Bolivia, se esforzó por recrear aquella tarde con sonrisas y galletas. Nos contó algunas historias muy interesantes, que se dejaban iluminar por su rostro sereno y afinado. Esa gente estaba feliz… muy feliz.
¿Y por qué les cuento toda esta historia?
Porque la verdadera felicidad es un tesoro que debemos conquistar y se descubre en las pequeñas cosas de la vida. Una visita familiar y cotidiana; algunas preguntas atrevidas -jamás indiscretas-, seguidas de sabias respuestas y silencios entrelazados con las risas de las niñas que jugaban en el parque-, han sido el preludio de libertad y felicidad que el buen Dios deseaba mostrarme y no fue sino luego de un montón de años que atiné a comprender todo aquello. En cualquier lugar del mundo y desde la vocación que “libremente” hemos elegido, somos invitados a alcanzar la felicidad.
Para mí, se trata de un sentimiento de Paz interior y de realización; que no necesariamente va a depender de las circunstancias externas, sino de la manera como se afronten y vivan esas mismas circunstancias. Con este relato, querido lector, hemos podido asomarnos a vidas jóvenes, felices y con sentido de plenitud y libres como el viento, tal y como reseñó la joven. Y sólo se trató de una breve asomada que develó una de las tantas felicidades ocultas de las que muchos no creen ni siquiera que existen.
Soy feliz sentada en la mesa con mi familia mientras cantamos a viva voz: ¡Feliz cumpleaños!, junto a aquellos que voluntariamente se han adherido al reto.
Soy feliz cuando abrazo.
Soy feliz con la amistad, esa que no escatima nada.
Soy feliz cuando descubro que puedo amar, más allá de las circunstancias.
Soy feliz cuando aprendo cosas nuevas.
Soy feliz cuando me dejo rescatar por Aquel que me amó primero, una y otra vez.
Quedan todos invitados a esta felicidad.
¿Qué esperas para ser feliz?
Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde Venezuela
Isabella Orellana
-Este artículo está publicado en el boletín digital, número 54, que corresponde al mes de Mayo de 2024.