Mis estimados lectores:
En este número de nuestro querido Boletín quiero llevarlos sin escalas a una reflexión muy particular que viví en carne propia que viví a raíz de una investigación que comencé hace un tiempo. Se trata de descubrir -o de llegar mejor dicho- hasta lo más profundo o, me corrijo nuevamente, a las ramas más altas asumiendo que se comienza por la “raíz” que viene a ser vuestro nunca bien ponderado e impuntual (inserte chiste interno aquí Sr. Musante) servidor.
Quiero abordar dos puntos importantes que indefectiblemente pueden conducirnos a dos reflexiones. Si, es una suerte de 2×1. ¡Este Director está en todas! En primer lugar, abrazando algunos números, quiero que tomen dimensión de algunos familiares directos que tenemos, es decir, si avanzamos unas pocas generaciones empezamos a contar: 2 padres, 4 abuelos, 8 bisabuelos, 16 tatarabuelos, 32 tras tatarabuelos o choznos, 64 pentabuelos, 128 hexabuelos, 256 heptabuelos, 512 octabuelos, 1024 ene abuelos, 2048 decabuelos y un largo etcétera.
Toda esta gente se eligió entre las personas con las que interactuó, decidieron casarse (o no) y tener un hijo que siguió generando el árbol genealógico para que finalmente naciera cada uno de ustedes. No quiero entrar más profundamente en probabilidades pero les aseguro que los números son enormes. Moraleja: Dios claramente no juega a los dados.
En segundo lugar, y teniendo bien presente el primer punto, puedo asegurarles que no son un producto de las casualidades del destino y de los más bajos instintos, bueno, un poco podríamos decir que si, de sus ancestros. Todos estamos aquí con una misión, con un aprendizaje por realizar y con una lección por dar. Es un plan. Es el plan. Cada uno, basado en sus creencias podrá interpretarlo de una manera distinta pero hay algo que es seguro. Nada es azaroso. Cada uno de ustedes tiene una pequeña porción de divinidad dentro suyo, cada uno es perfecto y especial. Tiene la obligación de ser feliz y acompañar, de la manera que sea, al prójimo sin importar la relación que exista. Debemos siempre sumar.
De esto quiero desprender la segunda reflexión. Partiendo de todo lo expuesto y llegando a la conclusión de lo único y especiales que somos, llevarlos a una introspección donde puedan ver su propia luz, derramarla al mundo y amarse a sí mismos, dejar en manos de sus corazones las decisiones de vida, las cosas importantes que los involucran a ustedes mismos, por supuesto, y a quienes tienen alrededor. Una suerte de “haz el bien sin mirar a quien”.
Seamos conscientes del plan del Creador, de este plan perfecto que “no tiene goteras” y que somos los felices y suertudos protagonistas. No lo echemos a perder. Quiero aprovechar para darles el primer consejo para estar un poquito más cerca de la felicidad, es humilde pero efectivo, diríjanse a la sala donde tienen el TV encendido y, como mínimo, desconéctenlo. Si alguien quiere ir más allá y destruirlo, bienvenido. Debemos escuchar nuestro interior, no el exterior.
Voy a repetir esto, un mantra de vida, tienen la obligación de ser felices.
Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde Argentina
Ignacio Bucsinszky
Este artículo esta publicado en el boletín digital, número 40, que corresponde al mes de Marzo de 2023.