En tiempos de multi y meta versos (búsquese para cada caso la mejor definición que se crea conveniente: a saber, que de eso -creo- va la cosa más o menos) se nos ha brindado un espacio que agradecemos para pensar, recordar, añorar (sin instalarse en el pasado) y volver a pensar. Se trata ni más ni menos que de recorrer hasta una piedra de toque – que en nuestro caso es la radio de las décadas de los años ’60 y ’70 del pasado siglo- para encontrar en ella un punto fijo lo suficientemente sólido como para regresar de él (una especie de “volver al futuro” pero a la inversa) sin la pretensión de alterar el presente ni la de experimentar la incómoda situación de alterarlo y luego no ser capaces de soportar (o asumir) los efectos y consecuencias de tal supuesta modificación del tiempo y la historia conforme la elección decidida.
Y sin – por cierto- las ventajas de HOLLYWOOD.
Nuestro viejo amigo ARISTÓTELES hubiese evitado toda esta introducción (más por cortesía con el novel lector de los artículos de éste servidor, que por necesidad) y hubiese ido directo “al hueso”: ir en búsqueda de una realidad que se desea conocer, que – estando aún vigente, existiendo hoy también- desea conocerse como tal en un tiempo anterior al presente: el pasado. En ‘media’ palabra: si se ha de escribir una columna acerca de la radiofonía décadas atrás, pues bastará con hacerse las mismas preguntas filosóficas que las que nos hacemos habitualmente a partir del preciso momento en que dejamos la cama y despertamos – Dios mediante- cada día de nuestras vidas
- Cómo era la radio en aquel entonces.
- De que “iba”.
- Que podemos hallar de interés en su programación.
- Qué aporte consideramos útil tomar de ella para ‘traer al presente’…
…y no se crea que muchas preguntas más. Vamos: el qué, el por qué, el para qué y el cómo. Poco nuevo se ha dicho hasta aquí que desde los tanteos filosófico pre socrático hasta antes de ayer no se haya dicho ya. Excepto por una cuestión: una cuestión multi meta distinta. De no ser porque -de un tiempo a esta parte*- venimos hablando de universos paralelos, dimensiones alternas, inter penetrables, mundos equivalentes y otras tantas cuestiones que de múltiples (o más bien meta) formas, buscan explicar los cuatro ejes fundamentales que nos atan como seres vivientes personas humanas a “éste” planeta; son ellos: la vida, el ser racionales, el tiempo o duración de nuestras vidas y el lugar geográfico en el que desarrollamos nuestras vidas. Todos los demás ejes posibles, se desprenden de estos cuatro fundamentales y de las múltiples relaciones (algunas más simples y directas, otras medidas y de mayor complejidad, y muchas otras que conllevan meta situaciones o interpretaciones) que de sus relaciones entre si se generan. Ni más ni menos que la vida misma de los seres humanos: individuos capaces de crear lazos relacionales y vínculos capaces y suficientes como para desarrollar su vida no en soledad, sino en comunidad.
Ahora bien: nos preguntamos ¿Que cabría decir si cuando recordamos (hacemos pasar “nuevamente por el corazón”) por ejemplo los nombres, tonos de voz, personajes, locutores y conductores, canciones, sonidos, “gongs” identificadores de las diferentes estaciones de radio que guardamos en nuestra memoria, vivencias auditivas, emocionales y cognitivas que atesoramos en nuestro interior más espiritual e intelectual y con las que hemos ido creciendo y viviendo hasta hoy? ¿De qué manera deberíamos llamar a ese ejercicio mental y físico de entre cerrar los ojos, serenarnos, y hacer resonar nuevamente aquellas voces de radio, aquellas letras y canciones, tales o cuáles jingles publicitarios? ¿Cuál sería el nombre más acertado con el que bautizar esa “ida y vuelta al pasado” hasta la piedra de toque que nos vuelve a las viejas sintonías, pero vitalmente renovadas?
Deberíamos llamarlo ¿meta…algo? ¿Meta radio…tal vez? ¿Multiverso radial quizás? ¿Y si lo pensáramos como lo que es… algo así como una “proyección radial”? Evoqué, recordé y fui a buscar hacia atrás en el tiempo mí piedra de toque (la mía; la que a mí me hizo y hace feliz, la que conformó mí vida y caminó a mí lado horas y horas de las noches y los días, en todos los momentos de mi vida, y por todas las geografías recorridas (ya veremos este punto en otra oportunidad). ¿Pero el encuentro con aquella “piedra de toque” casi como -mágicamente? – me devuelve al presente, renovado.
¿Cómo decir eso, cómo describir esa experiencia? ¿Cómo llamarla?
Pensé en un nombre: proyección radial.
¿Ud., lector, lectora, en que concepto de “proyección” pensó? ¿Y qué concepto “radial” imagino? ¿El de lo “atinente a la radio” como aparato de comunicación? ¿O por la razón que fuese, prefirió imaginar por “radio” más bien la unidad de medida de la distancia que existe entre el núcleo de un círculo y su lado extremo? ¿Será que la radio, lo radial, también se proyecta a varias dimensiones? ¿Será que tiene la capacidad de generar y de dar vida a diversas realidades? ¿Será que un radioteatro, un boletín informativo radial, una primicia, una transmisión de fútbol o de básquetbol… pueden “proyectarnos” a otros mundos o universos?
Pues, si le parece bien estimado lector, estimada lectora, es la tarea (a mí criterio apasionante) a la que invitarles a realizar. Manos a la obra pues. Hasta nuestro próximo encuentro.
*No crea el lector que el asunto es tan novedoso, ni el asunto mismo vaya a quitarse “años de encima”, que se cree las primeras referencias ó alusiones al ‘meta verso’ y ‘multiverso’ son de la última década del siglo XIX y no provienen precisamente del ámbito de la filosofía, sino de las ciencias.
Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde Argentina
Julio Roberto Montaron
Este artículo esta publicado en el boletín digital, número 34, que corresponde al mes de Septiembre de 2022.