“Un libro es un arma cargada en la casa de al lado… ¿Quién sabe cuál puede ser el objetivo del hombre que ha leído mucho?” Esta es, sin duda, una de las líneas más repetidas en cualquier recopilación de citas de Fahrenheit 451, una de las obras, junto a Crónicas Marcianas, más célebres del escritor norteamericano Ray Bradbury (1920-2012). La frase resume a la perfección el mensaje de la novela, es decir, la fuerza de algo tan simple y complejo a la vez como es un libro, capaz de remover conciencias e impulsar al hombre hacia lo mejor y, desgraciadamente, también a veces hacia lo peor.
Es una novela distópica del escritor estadounidense Ray Bradbury, publicada en 1953 y considerada una de sus mejores obras. La novela presenta una sociedad estadounidense del futuro en la que los libros están prohibidos y existen «bomberos» que queman cualquiera que encuentren. En la escala de temperatura Fahrenheit (°F), 451 grados equivalen a 232,8 ºC y su significado se explica en el subtítulo de la obra: «Fahrenheit 451: la temperatura a la que el papel de los libros se inflama y arde». El protagonista del relato es un bombero llamado Montag que acaba por cansarse de su papel como censurador de conocimiento, decide renunciar a su trabajo y eventualmente se une a un grupo de resistencia que se dedica a memorizar y compartir las mejores obras literarias del mundo
Dirigida por el realizador francés François Truffaut en la que es su única película en lengua inglesa (a punto estuvo de encargarse de Bonny and Clyde, finalmente dirigida por Arthur Penn), la adaptación cinematográfica de la novela de Bradbury, protagonizada por Oskar Werner y Julie Christie, planteaba un futuro distópico, al que por cierto ya hemos dejado atrás (la acción transcurre en 2010), en el que la lectura estaba proscrita. Todos y cada uno de los libros son destruidos por un cuerpo de bomberos especial al servicio de un gobierno que pretende salvaguardar la felicidad de sus administrados privándoles del placer de la lectura. El film es una verdadera joya del cine de culto y, como toda película mítica, está plagada de anécdotas y curiosidades, algunas de las cuales os dejo a continuación.
Charles Aznavour, Marlon Brando, Montgomery Clift, Paul Newman, Jean-Paul Belmondo, Peter O’Toole o Terence Stamp fueron algunos de los actores considerados por Truffaut para el papel de Montag, el bombero con crisis de conciencia que finalmente interpretó el austriaco Oskar Werner. Werner fue la opción de Truffaut tras la negativa de Stamp a ser compañero de reparto de Julie Christie, con la cual había mantenido recientemente una relación sentimental. Además, el intérprete del General Zod en Superman II pensaba que Christie, en un doble papel, lo «eclipsaría».
Truffaut barajó nombres como el de Tippi Hedren o Jean Seberg para encarnar respectivamente a Linda Montag y Clarisse. Hedren no estaba disponible ya que su agenda estaba ligada a un rodaje con Hitchcock, mientras que los honorarios de Seberg no estaban al alcance de la productora. De hecho, Christie aceptó reducir su sueldo de los $400.000 habituales a solo $200.000. Otra de las actrices en la que se pensó fue en Jane Fonda.
Werner tuvo varios desencuentros con Truffaut debido al enfoque que este había dado a su personaje en el guión que el realizador había escrito. Mientras que Truffaut pretendía subrayar la naturaleza frágil y vulnerable de Montag, Werner pensaba que era mejor resaltar el aspecto fascista y brutal del personaje. Esto desembocó en una enemistad entre actor protagonista y realizador, siendo sustituido Werner en algunas escenas por un doble y reduciendo Truffaut la presencia en pantalla del actor utilizando la mesa de montaje, lo que provoca en la película ciertos problemas de continuidad. Uno de esos problemas de continuidad fue provocado por el propio Werner, quien se cortó el pelo antes de rodar la escena final solo para fastidiar a Truffaut. Una especie de broma del destino hizo que Truffaut y Werner fallecieran en octubre de 1984 con solo dos días de diferencia, el primero con solo 52 y el austriaco con 62.
Para colmo de males, Werner tenía pánico al fuego. Para el rodaje de una de las escenas hubo de utilizarse un doble para Werner, ya que este manifestó que le sería imposible estar en una habitación en llamas. Lógicamente, Truffaut le dijo que interpretando un bombero debía haber sabido que en algún momento estaría envuelto en alguna escena con llamas reales.
Como es bien sabido, el nombre de la novela que dio origen al film de Truffaut se debe a la temperatura en grados Fahrenheit a la que se inflama el papel sin entrar en contacto con una llama, 451 grados, o lo que es lo mismo 233 grados de la escala Celsius. Bradbury preguntó a un jefe de bomberos a qué temperatura el papel hacía ignición y este despejó sus dudas tras hacer lo propio con unos papeles y midiendo el proceso con un termómetro. En realidad, el jefe de bomberos tampoco tenía ni idea de cuál era la temperatura, de ahí que hiciera la prueba tras la cuestión del famoso novelista.
Una de las escenas más memorables de la película es, precisamente, su final, el cual no desvelaré para todos aquellos que aun no hayan visto esta joya del cine. El equipo de Truffaut había esperado que el tiempo mejorara precisamente para el rodaje de dicha escena, algo que no sucedió. En vez de ello, la escena en cuestión tuvo que filmarse en plena nevada, una contingencia que no solo no estropeó ese momento, sino que lo hizo aun más bello.
Cientos de libros son incinerados en la película, cuyos títulos pueden verse claramente mientras arden. Obras como Rebelión en la Granja de George Orwell, Los Viajes de Gulliver o Las Aventuras de Tom Sawyer, entre otros muchos, son quemados por la patrulla de bomberos en la que trabaja Montag. Esto trajo problemas a Truffaut, ya que los asesores legales del estudio pretendían que solo pudieran aparecer quemadas obras de dominio público para evitar demandas. El director galo y el productor Lewis Allen ignoraron el consejo de los abogados de la Universal. Truffaut opinaba que era imposible que los libros se incineraran fuera de cuadro, ya que los consideraba como un actor más de la película, como el propio realizador explicó en más de una ocasión.
Todos los libros que aparecen en el film son clásicos de la literatura, excepto un ejemplar de la revista MAD, un libro de palabras cruzadas y ejemplares del Cahiers du Cinéma, la revista de cine francesa para la que entonces escribía Truffaut. De hecho, en la portada de un Cahiers que aparece en la cinta se puede ver un fotograma de la película Al Final de la Escapada (1960), escrita por el propio Truffaut. Como no, también aparecen las Crónicas Marcianas de Bradbury y un ejemplar de la propia Fahrenheit 451.
Thom Noble, editor del film, habla de que todos los libros que se queman en la película eran propiedad de Truffaut, algo que también asegura el productor Lewis M. Allen. En realidad, el director francés pidió libros en ediciones de bolsillo a los miembros del equipo, precisamente el formato que Truffaut pensaba que quedaría mejor en las escenas en la que eran quemados. El particular aspecto manoseado con las páginas dobladas de un libro de bolsillo era justo lo que Truffaut buscaba para dotar de verosimilitud a la película.
Ahora, en la era de internet y los smartphones, olvidamos que, en realidad, todo está en los libros y que, para muchas personas, quizás sea la única forma y la más verdadera de adentrarse en el mundo. «Lo que usted anda buscando, Montag, está en el mundo, pero el único medio para que una persona corriente vea el noventa y nueve por ciento de ello está en un libro.»
Fuente
https://www.elsolitariodeprovidence.com/
https://es.wikipedia.org/
Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde España
Jorge José López
-Este artículo esta publicado en el boletín digital, número 28, que corresponde al mes de Marzo de 2022.