Es bien sabido que nacemos con muchos conocimientos, es una facultad de todos los seres humanos, un tanto desconocida, tal vez sea genética, inspiración o supervivencia, pero, lo que no podemos negar es que llegamos a este mundo con una gran cantidad de conocimientos y otros más los vamos aprendiendo a lo largo de nuestra vida, sin embargo, algunas veces, este aprendizaje no es razonado.
Eso nos crea enormes confusiones, debido a que lo sabemos, pero no lo pensamos. Las respuestas a una gran cantidad de preguntas están en nosotros, siempre han estado ahí y eso nos crea una extraña sensación, la de tener la solución en las manos y muchas veces no saber qué hacer. Estoy hablando también de las memorias y del aprendizaje que vamos acumulando durante nuestra vida, aspectos a los que nos vamos enfrentando, pero por alguna extraña razón nos cuesta comprenderlos desde su razonamiento.
Sabemos que nuestra vida tiene una razón de ser, pero nos cuesta mucho reconocer que necesitamos ese amor que está más allá de nuestro entendimiento, seguramente es ahí donde nuestra limitada inteligencia nos impide comprender que fuimos creados por un amor desbordado, sin límites. Lo sabemos, pero no lo aceptamos. Si eres madre o padre de familia sabrás a plenitud lo que se siente amar, es un sentimiento tan especial, ser testigos de su desarrollo, de su temperamento y carácter que a veces se parece al tuyo y su manera de ser tan única, que además de admirarnos por este enorme misterio de la creación, aunque hay explicaciones sólidas y científicas acerca del desarrollo de la vida, seguimos sin entender el milagro.
Sin embargo, el amor que sentimos por nuestros hijos sobrepasa todo lo que se había conocido, en mi caso, el amor a mis hijos no puede ser medido, simplemente se les ama y mucho, es incontable, inacabable. Lo sé y me cuesta trabajo pensarlo, se trata de tanto amor, verdadero, real e inspiracional, que se transforma en agradecimiento, sorpresa y alegría. Nuestros hijos son esa pequeña muestra de lo que nos ama nuestro creador. Si yo puedo sentir todo ese amor hacia mis pequeños, me imagino, cuánto debe amarme quien me creó.
Siempre lo he sabido pero contadas ocasiones me detengo a pensar en este hecho tan maravilloso y enorme, que me confirma el amor, que debería inspirarme a realizar cosas hermosas. Somos seres espirituales, buscamos de muchas formas dar respuestas a esa necesidad y mientras escribo esta columna, levanto mis ojos y veo la inmensidad de la creación, me encuentro en un verdadero paraíso tropical y la intensidad del mar, la fuerza del sol, la blancura de la arena me vuelve a confirmar que Dios ha hecho todo bien y si lo ha realizado con la “casa común” cuánto más lo hizo con cada uno de nosotros, tal vez eso también ya lo sabía.
“Tú creaste mis entrañas; me formaste en el vientre de mi madre.
¡Te alabo porque soy una creación admirable!
¡Tus obras son maravillosas y esto lo sé muy bien!” Salmo 139, 13-14
Desde México en su segmento exclusivo “La Sencillez del Amor” Rafael Salomón.