Para este mes de Mayo, día de la patria, día festivo en la Argentina, donde se conformó el primer gobierno criollo en el Cabildo de Buenos Aires, liberándonos así del poder del virreinato y pasar a ser parte de las provincias unidas del Río de la Plata. Hoy releo estas líneas y no puedo evitar pensar, mirando y evaluando los últimos años, en lo nefasto del resultado. Pero no nos detengamos en este tipo de matices, al principio con aires de libertad y, con el correr de los años, tiñéndose de grises turbios. Una historia de repetición. Una historia de hacer siempre lo mismo esperando resultados diferentes. Uno lo piensa y hasta parece tonto, ¿verdad?
Aquí es donde este servidor invita una vez más a la reflexión y la introspección. Achiquemos el universo un poco y, de hablar de un país, situémonos en nuestras vidas. Quiero enfocarlos en dos puntos, a mi juicio, importantísimos. Trataré de no irme por las ramas. Cuantas veces les ha sucedido encontrarse con una situación, cotidiana, donde están actuando de la misma manera en la que actuaban su padre o su madre. O tal vez algún abuelo. Comportamientos que, si uno lo piensa fríamente -como decía un padre jesuita: “Parate y pensá”-, no está del todo conforme y lo hace simplemente porque así le sale, es algo mecánico.
Algo que uno hace sin pensar, por ejemplo, regañar fuertemente a un hijo por algo que tal vez no merecía tanto, o exigir determinado tipo de cosas a algún otro integrante de la familia (cuando, en realidad, lo puede hacer uno mismo), o vivir rebuznando y con cara larga. Siempre llega de algún lado la frase “Sos igual que tu padre” “…que tu abuelo”. ¿No les ha pasado? ¿Por qué creen que eso sucede? Somos animales que mas que racionales somos autómatas repetidores de comportamientos. Si, hoy también toca un poco de psicología barata, no se van a salvar.
Es la falta de reflexión, es la falta de ese “Parate y pensá”, es la falta de discernimiento en nuestras acciones. Hacemos daño constantemente sin darnos cuenta. Tenemos puesto el chip que viene bajando de generación en generación desde la copa de nuestro árbol. Repetimos y repetimos. Para redondear los invito a dos cosas, no quiero que esta editorial se transforme en un artículo de una página. Bueno, salvo que quieran que profundice más en estos temas, sólo deben hacérmelo saber dejando un comentario debajo de estas líneas o por email: anunciarcontenidos@gmail.com
En primer lugar comenzar a intentar “sorprendernos” a nosotros mismos en comportamientos que puedan dañar de cualquier manera a nuestro prójimo. Una vez visto, podemos modificarlo. Por otro lado, no menos importante, practicar la mirada compasiva. En vez de responder con alguna agresión o poniéndonos en guardia preguntarnos frente a la situación: ¿Por qué esta persona actúa así? ¿Que le habrá pasado en la vida para que se comporte de esa manera? Miremos con compasión, con amor. Les aseguro que es hermoso el cambio que van a experimentar. Yo lo hago. Funciona.
Recuerden, tenemos la obligación de ser felices.
Ignacio Bucsinszky