Creer es un poderoso motor que impulsa mi vida. A través de la creencia, encuentro la capacidad de desarrollarme, vivir plenamente y recuperarme de los desafíos que enfrento. Aunque cuestionar es una puerta a la exploración y el crecimiento, cuando renuncio a creer, tanto en mí mismo como en algo más grande, puedo sentirme perdido y sin un rumbo claro.
Es cierto que cuestionar nuestras creencias es esencial para expandir nuestra comprensión del mundo, pero abandonar la creencia por completo puede llevarnos a un estado de desorientación. En esos momentos, puede parecer que hemos perdido nuestro norte y el sentido de la vida se desvanece.
En medio de nuestras reflexiones y cuestionamientos, tenemos el poder de elegir qué creencias adoptar. En lugar de permitir que nuestros sesgos y creencias limitantes dicten nuestra realidad, podemos optar por abrazar creencias que nos beneficien y nos impulsen hacia adelante.
Por ejemplo, podemos creer que el aprendizaje y el talento son cualidades cambiantes que requieren esfuerzo y dedicación. También podemos ver el envejecimiento como un proceso enriquecedor que nos brinda sabiduría y experiencia. La creencia en nosotros mismos, en que podemos lograr lo que nos proponemos, que nuestras acciones tendrán éxito y que el esfuerzo valdrá la pena, puede ser un faro que guía nuestro camino.
Es fundamental tener claridad sobre lo que deseamos y por qué lo deseamos. Sin embargo, esa claridad debe ir acompañada de creencias y hábitos que nos encaminen hacia nuestros objetivos. Creer en nosotros mismos y en nuestras metas es el primer paso para materializar nuestros sueños. Creer, en su esencia, es aceptar como verdad lo que pensamos sin necesidad de buscar pruebas o justificaciones externas. Nuestras creencias son afirmaciones que consideramos evidentes por sí mismas, sin espacio para la duda o la necesidad de respaldo.
Estas creencias influyen en todos los aspectos de nuestra vida, desde nuestras relaciones personales hasta nuestras perspectivas sobre dinero, trabajo y otros temas importantes. A menudo, cuando alguien intenta demostrar que nuestras creencias están equivocadas, en lugar de cambiar de opinión, buscamos argumentos que refuercen nuestras creencias actuales. Esto explica por qué las discusiones sobre temas como deportes, políticas o religiosas suelen ser improductivas; rara vez logramos convencer a otros cuando se trata de creencias profundamente arraigadas.
La verdadera transformación de una creencia solo ocurre cuando la cuestionamos internamente y nos embarcamos en un proceso de exploración y autodescubrimiento. El cambio rara vez proviene de la imposición externa de nuevas perspectivas. La distinción entre creer y conocer es sutil pero significativa. Con frecuencia, confundimos nuestras creencias con verdades incuestionables, repitiéndolas sin cuestionar su validez y perdiendo de vista la realidad.
Una vez que adoptamos una creencia, tendemos a buscar información que la respalde mientras ignoramos cualquier evidencia en contra, lo que nos atrapa en la prisión de nuestras suposiciones.
Te regalo una cita de la primera carta del apóstol Juan, capítulo 5, versículo 5: “¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” Esta cita destaca el poder de la creencia en la superación.
Estamos juntos en este viaje de la vida: te invito a creer en ti mismo, actuar con determinación e inspirar a otros a hacer lo mismo.
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-Este artículo está publicado en el boletín digital, número 61, que corresponde al mes de diciembre de 2024.