Saludos mis queridos lectores. Reciban un abrazo sincero. Hoy les traigo un tema que espero ayude a ser tema de conversación entre Uds. y sus familiares o amigos. Puede sonar hasta jocosa la frase, lo cierto es que cuando la decimos, ciertamente algo de sinceridad, queja y hasta de sentimentalismo van en esas palabras.
Solemos compararnos siempre con alguien más (un hermano, un vecino, un amigo) y vemos sus logros, y nos da esa envidia “de la buena” ver que ha podido lograr sus metas, sus sueños, pero a la vez eso me causa trauma y brota esa envidia, que al final de cuentas, es envidia. La envidia no me permite celebrar de corazón los logros de mis amigos y familiares. Empieza en mi cabeza una serie de preguntas cargadas de reproche: ¿por qué el sí pudo y yo no? ¿por qué ella si lo logró y yo no? Seguro usó sus influencias, quién sabe de dónde sacó el dinero, porque su salario no alcanza para tanto, debe de tener alguna entradita extra clandestina… y aquella alegría que pude haber sentido por el logro de mi amigo, se tornó en una serie de acusaciones mentales para poder consolar mi incapacidad de lograr también mis metas.
Una vez leí que todos queremos que a nuestros amigos les vaya bien, pero no que les vaya mejor que a nosotros. Me alegra que mi hermano tenga carro nuevo, pero que no sea mejor que el mío. Me alegra que mi vecino pueda haber hecho arreglos a su casa pero que su casa no quede más bonita que la mía, me alegra que mi compañera la asciendan de puesto de trabajo, pero que no su puesto sea mejor que el mío. Con esta manera de pensar, no sólo nos estamos haciendo daño a nosotros mismo, sino que estamos diezmando el esfuerzo del otro. ¿por qué no tomar los logros de otra persona como ejemplo a seguir? Motivarme por los logros de mis conocidos, me puede dar ese destello de inspiración que me hacía falta.
Alegrarme de su alegría, festejar con sinceridad su festejo, es un principio de amistad y amor genuino. ¿por qué no preguntarle con toda humildad, cómo lo lograste? Porque yo también lo he querido hacer, pero aún no lo logro. Acercarme a alguien que logra sus metas, puede ser de gran inspiración y aprendizaje, pero primero debo de sanar mis heridas y porque no, aceptar mi realidad. Cuando veo desde la envidia los logros de los demás, no estoy viendo sus esfuerzos, sus sacrificios ni su tenacidad. Todo gran logro, se hizo gracias a esfuerzos, sacrificios y tenacidad que no todos estamos dispuestos a realizar.
Vivamos alegres, seamos agradecidos con la vida y con Dios. No renunciemos a los sueños, pero debemos estar conscientes que entre mayor sea el sueño, mayor sacrificio requerirá.
San Francisco de Asís tenía una frase que para mí es como la fórmula de la felicidad: “Deseo poco y lo poco que deseo, lo deseo poco”. Marcando el deseo como el principio de la tristeza. Por desear lo que no tengo, no disfruto lo que si ya tengo. Tratemos de alegrarnos de los logros de otros y seamos alegres con los nuestros. Solamente uno sabe los sacrificios que hemos tenido que hacer para lograrlos. Cambiemos la “envidia de la buena” (si es que existe), por una alegría sincera, y verás como la vida se empieza a ver diferente.
Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde México
José Luis Hernández
-Este artículo está publicado en el boletín digital, número 60, que corresponde al mes de noviembre de 2024.