Saludos mis queridos lectores. Les saludo con cariño y esperando que éste sea el mejor día de sus vidas.
Hoy, aprovechando que en muchos países iniciamos ciclo escolar y en otros regresan de sus vacaciones de medio año, veo la oportunidad de hablarles sobre el rol que debemos jugar los padres de familia en la educación de nuestros hijos. Hoy en día ese rol ha cambiado casi 180 grados. Años atrás, padres de familia y maestros, formaban una mancuerna fuerte con una sola y clara meta: enseñar, educar y formar buenos ciudadanos, personas que en el futuro supieran tomar decisiones correctas para llevar a su generación, a su nación y al mundo en un constante progreso, en lo humano y en lo económico.
Sin embargo, hoy en día, esa dupla (padres – maestros), ¡se divorció!, y los hijos, como en todo divorcio, han sido los más afectados. Antes, los maestros se dedicaban a enseñar conocimientos (matemáticos, científicos, culturales, etc.) mientras que los padres de familia nos encargábamos de enseñar valores. La suma de esto, eran personas con valores fuertes, con sentido de pertenencia, y bien formadas en lo intelectual. Hoy, lamentablemente, al no haber comunicación entre padres y maestros (como sucede en la mayoría de divorcios) estamos viendo nuevas generaciones sumamente tecnológicos, con grandes capacidades intelectuales, con acceso a muchísima información, pero incapaces de llegar a una tienda y saludar al entrar.
No son capaces de interactuar con nuevas amistades e incluso pareciera que le temen al ejercicio de socializar. En las escuelas, los padres de familia hemos descargado mucha de nuestras obligaciones. Muchos incluso tras el argumento de “estoy pagando”, “para eso le pago” o “no sé de qué me habla, porque en la casa se porta muy bien”, evadimos lo que realmente es nuestra responsabilidad. Hoy los padres de familia llegamos a exigir que el maestro se disculpe por haber reprobado a mi hijo. Llego insultando y golpeando el escritorio del director, porque a mi hijo lo agredieron psicológicamente al ponerle un 5 como calificación. Pero nunca le revisé los cuadernos a mi hijo, busco la escuela que menos me exija a mi como padre de familia, nunca asistí a las reuniones que me citaban, pues no tengo tiempo para esas cosas.
Lo grave es que no analizamos que “esas cosas” son mis hijos, es su presente y con un presente malo, vendrá un futuro incierto. Ya le aventamos en la casa la convivencia a la tecnología, los llenamos de juegos y aparatos electrónicos para que estén entretenidos. Ahora le aventamos la responsabilidad de la formación a las escuelas, que ellas hagan su trabajo más mi trabajo, así, yo nunca me equivocaré, pues nunca hice nada. Ser padre de familia es una gran responsabilidad y esa responsabilidad no tiene fecha de caducidad, pues somos padres de familia para toda la vida. Asumamos con amor, valentía y responsabilidad lo que nos toca hacer. Formemos buenos ciudadanos, trabajemos con nuestros hijos, estudiemos con ellos, seamos parte de sus vidas, conozcamos sus amigos, sus gustos, sus sueños y sus miedos. Ser padre de familia y ser maestro, es una cosa de vocación.
Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde México
José Luis Hernández
-Este artículo está publicado en el boletín digital, número 58, que corresponde al mes de Septiembre de 2024.