Las cosas para la Iglesia se están tornando más complicadas ante el múltiple surgimiento de nuevas ideologías y los avances tecnológicos en torno a la conceptualización de la persona. Desde su concepción el ser humano está siendo atacado, a tal grado que se le quiere eliminar su identidad natural y biológica. Muchos defienden que no se puede hablar de una persona en las primeras semanas de gestación. Algunos otro ni siquiera le quieren dar el reconocimiento de que desde el vientre materno ya se está gestado un ser humano, al llamarlo simple conjunto de células que no tienen ningún tipo de conformación física ni estructural humana. Este es el argumento más recurrente para querer legitimar el aborto durante las primeras 6 semanas de gestación.
Hay otros que se atreven a decir que los niños en gestación no pueden ser considerados personas, sino hasta que el Estado los reconozca como tales, es decir, cuando sean capaces de ser objeto de derecho y obligaciones. Esto ha creado una serie de debates en muchos congresos gubernamentales internacionales. Se le está dejando al Estado que sea quien ha de considerado un ser humano o persona. Esto abre grandes problemas éticos, porque la ciencia a nivel biológico ha establecido los parámetros científicos necesarios para poder demostrar que cada una de las especies poseen en sí mismas las cualidades físicas y fenotípicas necesarias para asegurar que algo corresponde a determinada especie y no otra. Esto se debe a que cada una posee características esenciales que les hacen ser lo que son y no lo que no son.
Es aquí donde la Iglesia encuentra sus mayores retos, ya que, como salvaguardia de la defensa de la identidad de las personas, parece estar siempre en una constante lucha en contracorriente. El mundo y sus leyes quieren llevar a la sociedad a un punto en que considere que se puede hacer todo lo pensable so pretexto de que se busca el bienestar y la felicidad. No puede caer esta falacia, ya que, no todo se ha de valorizar de manera hedonista. A muchas personas se les olvida que una ley no puede traer por sí misma la felicidad y bienestar deseado. La Iglesia recuerda que cada una de las acciones y decisiones que se toman traen consigo consecuencias. Muchas veces dichas consecuencias resultan catastróficas e irreparables. Es ahí donde la Iglesia sale al rescate de aquellas personas que terminan arrepintiéndose de sus acciones y buscan desesperadamente la asistencia para aprender a vivir con aquello que ya no pueden revertir.
Este es el caso de muchos hombres y mujeres que se sometieron a tratamientos hormonales e incluso a cirugías del mal llamado reasignación de género. Se ha demostrado que una persona, por más que se quiera identificarse con un determinado género no puede contradecir a la naturaleza, quien dicta quien es quien esencialmente hablando. Por tanto, la iglesia como garante del ser humano que aspira a la trascendencia seguirá luchando con mayor fuerza para defender al ser humano, incluso, de sí mismo.
Ad Jesum Per Mariam
“Donde Dios está”, el demonio no tiene cabida
Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde EE.UU.
P. Alberto Colín-Marín
-Este artículo está publicado en el boletín digital, número 55, que corresponde al mes de Junio de 2024.