Saludos mis queridos lectores. Hoy nos volvemos a encontrar gracias a esta revista que mes a mes nos da la posibilidad de reencontrarnos. Hoy les quiero platicar sobre un tema especial. En los próximos días, se vienen elecciones presidenciales en México, país donde radico y como en todo país, la gente se polariza, los comentarios en las redes sociales suben de tono, las amistades de fracturan y hasta las familias se enojan. En estas elecciones, particularmente el pueblo mexicano está sumamente dividido y es común ver ofensas y faltas de respeto simplemente por no pensar igual. Sin embargo, unos comentarios me llamaron mucho la atención, donde varias personas “se le fueron encima” a un sacerdote por el hecho de expresar su opinión (como muchas otras personas que lo hacen).
Este sacerdote, a cuál no conozco, pero lo tengo entre los contactos de una de mis redes, fue sumamente atacado por ejercer su derecho a la libertad de expresión. En general, y para no enumerar cada comentario, las personas le reclamaban que él no podía opinar por ser sacerdote, como si la fe nos excluyera de ser ciudadanos o no pudiéramos mezclar política y religión, así como algunos, muy inocentemente, creen que no se puede mezclar fe y ciencia. El tener o profesar algún credo específico, no nos quita los derechos y deberes de ser ciudadano: pagamos impuestos, generamos empleos y cumplimos con cuanta ley el gobierno en turno ponga y disponga, estemos o no de acuerdo. Entonces ¿ser creyente nos excluye de opinar, pero no nos excluye de pagar impuestos?
Nuestro pecado puede ser el que nuestras decisiones están o deberían estar tomadas en reflexión y a la luz del evangelio y los mandamientos. Sería muy incongruente que un creyente en Dios, sea del credo que sea, vote por un partido que propone abortos, que atenta contra la familia, que no respeta las creencias de todos, que constantemente busca separar y no unir, que busca crear divisiones y no buscar soluciones, que cierra capillas y templos, donde la cultura de la muerte recorre las calles. Ojalá que todas las personas emitieran su derecho al voto bien pensado, bien reflexionado y bien estudiado
Si todos lo hiciéramos así, tendríamos mejores candidatos, por el simple hecho que los partidos se verían obligados a postular a personas realmente capacitadas, realmente honestas y realmente políticos con visión de humanidad y amor a su país y a su gente. San Juan Bosco tenía la meta de formar “buenos cristianos y honestos ciudadanos”. Pongamos nuestros valores en una balanza y ejerzamos el derecho al voto bien pensado. Roguemos a Dios nos ilumine a la hora de elegir y que las personas que lleguen a los gobiernos de México y de cada país, sean personas con la meta de servir y no de servirse, busquen el bien y no el mal, tengan a Dios en su corazón para que se dejen llevar según sus mandatos.
Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde México
José Luis Hernández
-Este artículo está publicado en el boletín digital, número 55, que corresponde al mes de Junio de 2024.