Nos relata nuestro amigo Juan, El Evangelista, que el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros [Jn. 1:14] y a esto le añade Mateo las palabras pronunciadas por el verbo encarnado: “… todos los días, hasta el fin del mundo”. [Mt. 28:20]
¿Qué es el verbo? ¿Qué es la carne?
No son preguntas que llegan con inmediata respuesta, porque para poder responderlas, se precisa experimentar el sincero misterio del AMOR revelado en Su Palabra Viva, convertida en la Esperanza de la humanidad, en la figura de Jesús de Nazaret… y es ésta una verdad que se actualiza para dar sentido a nuestro existir.
Dios vino a quedarse, no en una dimensión etérea, sino haciéndose humano, para explicar – en un sostenido arrebato- que el AMOR es siempre la fuerza indestructible que ¡salva!, hasta la eternidad.
… Y es que aquél día me lo ha hecho comprender, al toparme con la mirada palpitante y serena de un niño, – de unos ojazos tan grandes como el furor del llano, de una sonrisa tan limpia como el rocío de la aurora-, que sin maquillar verdades, extendió su mano desgastada y en un arrebato irresistible, pronunció las mismas palabras del Mesías: ¡Dame de beber!
De un soplo, aquella impetuosa escena que inició como una parodia para algunos, inundó el aire de Santa locura, hasta mostrar la eternidad.
Sin reparar en respuestas, pregunté curiosa:
-¿Cómo te llamas?
-Mi nombre es Jesús, respondió el infante.
Y usted que me lee, no pretendo que comprenda lo que expreso, pero sí intento yo misma expresarlo y aún sin comprender, comprendo que el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros… hasta el fin del mundo. (…)
Hemos avanzado bastante.
¡Contemos la historia!
Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde Venezuela
Isabella Orellana
-Este artículo está publicado en el boletín digital, número 48, que corresponde al mes de Noviembre de 2023.