Mis queridos -y posiblemente- rotos lectores,
En este mes tan importante, donde muchas religiones, creencias y filosofías conmemoran y festejan fechas harto importantes, quiero, en esta desprolija editorial, llevarlos a reflexionar en lo más profundo de sus corazones. Sí, este director no se anduvo con rodeos y pretende calar directo al hueso.
“¿Pero Sr. Director, ya estamos en diciembre, venimos cansados del año? ¿Por qué no escribe una editorial un poco más “suave?”, quizás con algún atisbo de superficialidad para que nos sea de fácil lectura y comprensión.”
Esto bien podría decirlo alguien distraído y agobiado lector debido al peso del año que está a metros de finalizar… pero este indignado director, ante semejante planteo y, permaneciendo en los lineamientos de La Productora, madre de este desordenado Boletín, donde nuestro norte es, precisamente, hacer contenido con contenido -y profundo-, se aboca aún más a calar en las profundidades de esta reflexión -nonata aún- y sin mediar más palabra comienza…
Los finales de año, donde abundan los festejos, alguno “de guardar” y otros no tanto, siempre tienen un factor común: la unión. Aquí es donde quiero enfocar nuestra reflexión. Cuantas veces callamos. Cuantas veces, producto de esto, generamos broncas y altercados que sobreviven a través de los años y, como si esto fuera poco, nos toca volver a verles la cara a estos desgraciados —diría un pariente enojado— cada fin de año.
Este tema creó haberlo tocado en alguna editorial; quiero llevarlos a ver la importancia de sanar vínculos. Para que mi querido amigo no me salte a la yugular no voy a hablar de ningún tipo de terapia alternativa —aunque me encantaría— y voy a concentrarme en lo simple. Amigos, la vida es un suspiro, es de las cosas más efímeras que conozco. Literalmente, ahora estamos acá y durante los cinco minutos siguientes no lo sabemos con seguridad. Debemos ser conscientes de esto y, mientras tengamos tiempo, tenemos que perdonar y permitirnos ser perdonados. El consumidor final de estas “desalineadas” líneas podría pensar: “Veo, si lo perdono/le hablo/hacemos las paces/nos abrazamos más adelante, todavía le tengo bronca”.
Muchas veces, ese “más adelante” nunca llega y nos quedamos con esa herida, que en la gran mayoría de los casos, no termina de sanar. Como premio nos llevamos una piedrita más en la mochila de la vida. Morral que siempre debemos vaciar. Debemos aprender a mirar con compasión. ¡Ojo!, no confundan esto con “lástima”, nada más lejano, quiere transmitir este profundo director, simplemente quiero que tengan presente que la persona que tenemos en frente y con la que tenemos algún altercado, si se quiere, está peleando vaya uno a saber cuántas luchas en su interior, quien sabe cuánto está sufriendo detrás de esa mala contestación, de ese “gruñido” o esa cara de “pocos amigos”. Mi maestro siempre dice, y cito textual: “Cada uno hace lo que mierda puede con lo que tiene”. Cierro como abrí, miraremos con compasión.
Sanar los vínculos significa honrarlos. Es expresar un amor hermoso y puro hacia el prójimo. Es acercarlo. Usted, que está del otro lado leyendo esto me gustaría contarle que esa mochila nos acompaña toda la vida y muchas veces -generalmente más de las que uno quisiera— se lo transmitimos, de manera inconsciente, a nuestros hijos. Le ponemos el peso de nuestros “no-movimientos” además de cargar con estos desamores hasta nuestros últimos días.
Estos vínculos —no solo familiares, sino cualquier vínculo humano— son un gran pilar para construir nuestra felicidad. Para edificar una vida más amorosa y, por sobre todas las cosas, para poder realizarnos como personas. Para poder cumplir nuestras metas y sueños, nuestros anhelos. En resumen, para realizarnos.
Los invito, este mes de diciembre, a tomar la iniciativa con esa persona que no bancamos o que le tenemos alguna bronca producto de discusiones o cambios de opinión y acercarse de manera pacífica, abierta y sincera. Es una práctica que termina en vicio, en uno de los lindos, de los que nos hacen crecer.
Para cerrar quiero contarles que yo ya estuve ahí, yo me quedé con alguna piedrita que debí haber disuelto en su momento y no llegue a tiempo. Esa alma decidió trascender antes de que yo me decida. Por favor, que no les suceda. El trago es amargo.
De esto quiero desprender mi “latiguillo” al que los tengo acostumbrados, recuerden que tienen la obligación de ser felices y que en vez de encender el TV, enciendan su alma y la contemplen. Ella les dirá todo.
La TV regálenla, no la necesitan para nada importante.
Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde Argentina
Ignacio Bucsinszky
Este artículo esta publicado en el boletín digital, número 37, que corresponde al mes de Diciembre de 2022.