Queridos y treintanarios lectores:
Así es. Ya son 30. Y no es un artilugio de este alegre director con varias editoriales en su haber. Realmente he escrito estas 30 editoriales (¡Wow!) y ustedes al menos en mis sueños más salvajes, las han leído todas y las han reflexionado. Desde esta desprolija pluma informática va mi agradecimiento por tamaño acto heroico y, como para no perder la costumbre, vamos a reflexionar nuevamente. Hicimos 29, hagamos 30…, bueno, es parecido al dicho popular que reza de esa manera, pero, para los fines que este director propone, lo vamos a dar por válido así, sin consenso.
Hace un tiempo me crucé con una frase, con la cual muchas veces me he sentido identificado, y dice: “Nunca terminas lo que empiezas”. ¿Esto resulta conocido? Yo sé que en este momento más de uno de mis acérrimos lectores se han detenido aquí y han comenzado a recordar alguna cosa que han dejado inconclusa. Lo sé.
Es algo que nos pasa a todos en algún punto de nuestras vidas. Una carrera universitaria abandonada, un curso sin terminar, el tablero de herramientas del cuarto del fondo con la mitad de las llaves pintadas de blanco en el bastidor amurado en la pared. En fin, son muchísimas las cosas que no completamos, que no terminamos. Algunos se “diluyen” en el camino, otros traen un bagaje emocional importante de cosas sin resolver decantando en abandonar, otros simplemente sienten que no los “llena” y otros se aburren y se quedan con el curso trunco.
Como maestro con un nivel muy avanzado en estos menesteres, este humilde servidor, en sus desprolijas e inocentes líneas hace un llamado al “parate y pensá” que antaño me han inculcado los jesuitas desde mi más tierna edad. Tal vez, cuando nos referimos a esto de nunca terminar lo que uno comienza debemos tener en cuenta también, más allá de las cosas mundanas, lo que está relacionado con lo emocional, con lo sentimental, con las relaciones humanas. Hasta aquí los quiso traer este tramposo director que comenzó con simples rodeos.
La vida es muy frágil, lo sé de muy buena fuente -tan buena, que lo viví en carne propia no una, sino dos veces- y aprendí que siempre hay que honrar las relaciones, los vínculos, sean del tipo que sean. Trayendo, un poco de los pelos, si, el hecho de “no terminar lo que se empieza” también quiero referirlo a no dejar cosas inconclusas con nuestros compañeros de vida, sea cual sea nuestra relación con ellos. No permitamos que se trunque una amistad o una relación de pareja por alguna pelea estúpida o por el clásico: “no hablar las cosas”. Siempre se está a tiempo de hablar, arreglar y sanar. Es muy triste darse cuenta que ya es demasiado tarde cuando comenzamos algo con alguien (amistad o amor), lo truncamos de alguna manera sin terminar lo que comenzamos y esa persona parte de nuestro lado y vuela alto. Ya es tarde para arreglarlo excepto para volcarlo en estas desordenadas líneas y hacerlos reflexionar.
Cuiden los vínculos, protéjanlos, no los lastimen y siempre traten de arreglar las cosas. Hoy están.
Ignacio Bucsinszky