Saludos familia, hoy inicio colaborando en este bello boletín, lo cual agradezco con cariño la oportunidad, y me tocó estrenarme en un momento especial, pues estamos entre la cuaresma y la pascua.
Cuaresma bien sabemos es el tiempo indicado para reflexionar sobre mis acciones, mi manera de vivir, mi manera de relacionarme con Dios y con el prójimo. Es un tiempo especial para hacer un análisis a conciencia y ver qué debo cambiar, pero sobre todo ver que puedo cambiar.
En esta cuaresma estamos tocando las puertas de una guerra peligrosa y como siempre llena de dolor, sangre y muerte de inocentes. Rusia y Ucrania, dos pueblos que alguna vez fueron hermanos, hoy están separados, cada quien defiende su postura, el mundo empieza a tomar su partido, los medios de comunicación haciendo de las suyas y en medio de todo, muchos niños, hombres y mujeres inocentes huyendo, abandonando su casa, su patrimonio, su historia, su tierra, sus sueños y algunos su esperanza y hasta su fe.
Muchos están ajenos a este dolor porque lo vemos lejos de nuestras tierras, sobre todo los que estamos en otro continente, pero recordemos lo que hemos vivido en estos últimos dos años: una pandemia que todos veíamos lejana y casi imposible que nos afectara, y en poco tiempo nos cambió la vida a unos y les terminó la otros.
No hemos aprendido que somos una humanidad y lo que afecta a uno les afecta a muchos, no hemos aprendido que somos hermanos, hijos del mismo Padre y como hermanos somos diferentes, tenemos distintos gustos, pasiones, miedos y maneras de vivir, pero eso no nos hace enemigos, o por lo menos no lo debería hacer.
La pascua está próxima. Esa fiesta donde conmemoramos como Jesús venció la muerte, las tinieblas, el pecado y nos regaló la salvación y la vida eterna, pero, ¿qué hicimos con ese regalo de Dios?, ¿a dónde hemos puesto nuestra vista y nuestro corazón?, ¿por qué hoy somos cada vez más egoístas, fríos al dolor del hermano, poco empáticos?, ¿por qué en la misma Iglesia vemos tanto celo y resentimiento?
Estamos aún a tiempo de hacer ese cambio en nosotros mismos, recibir la pascua con alegría en el corazón y dejarnos llenar de júbilo por la resurrección, de la victoria de la vida, de la luz, del amor.
Recordemos las palabras de san Juan Pablo II: “La guerra es siempre una derrota de la humanidad”. Ánimo familia, Dios sigue teniendo fe en nosotros… aún podemos dejar un mundo mejor a nuestros hijos.
Nunca dejen de soñar.
Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde México
José Luis Hernández
-Este artículo esta publicado en el boletín digital, número 29, que corresponde al mes de Abril de 2022.