Las hojas de los árboles comienzan a caer, el viento nos recuerda que ya tenemos un cambio de estación, el frío es otro indicio que el otoño ya está con nosotros. Es tiempo de cambio, así es la vida, siempre en constante movimiento y transformación. Todo esto me hace pensar en la manera que algunas personas se resisten a los cambios, a las nuevas propuestas y es que la tradición es exactamente contraria al cambio.
Entiendo lo importante y necesario de mantener vivas las bases de todo aquello que nos da identidad; sin embargo, creo que cambiar algunas cosas nos ayudaría a entender la vida desde otra óptica. La Iglesia y las mujeres, claro ejemplo de la tradición que ha permanecido y que lentamente va cambiando, eso lo estamos viendo con el Papado de Francisco. Están sucediendo cambios; algunos alentamos y otros muestran su desacuerdo, por la tradición y el negarse a tener esa apertura tan necesaria respecto a la presencia de las mujeres, no es nada sencillo cuando se trata de modificar o cambiar.
Nuevamente recurro a la metáfora del cambio de estación, la misma naturaleza nos muestra que requiere transformarse para dar paso a una nueva versión de ella misma. Me alegra que se estén dando pasos firmes en el tema de la presencia activa en la Iglesia católica, aunque para ser sinceros, se ha ido con gran lentitud, a veces pienso que hay ciertas trabas e intereses de gran peso. Jesús y las mujeres, ellas tuvieron un lugar especial, el cual se modificó históricamente hasta limitar sus funciones y responsabilidades. Tal vez sea criticado por mostrar mi apoyo para que las mujeres puedan participar activamente, para que haya un verdadero cambio y renovada actitud, soy consciente que estos cambios no se verán de forma inmediata, que tardarán tiempo en suceder ya que la tradición puede ser tan fuerte y hasta el impedimento para llevar a cabo estos cambios.
Hoy quiero que mi voz se escuche a favor de la mujer en nuestra Iglesia, con participación real y verdadera, no de apariencia y dejando a un lado las responsabilidades que se le han dado, me refiero a un cambio sustancial y real, donde sean tratadas como lo hizo Jesús. La tradición indica cuáles serían los espacios que ellas deberían desempeñar y por muchos años las mujeres lo aceptaron con amor y es que las cosas deberían ser así. Estamos frente a estos tiempos de cambio, nuevos vientos están soplando y donde las mujeres recobrarán el lugar que Jesús les dio a sus discípulas, es mi sincera esperanza. Vivir un cambio, ver que ellas tengan similares responsabilidades. Sin duda el tema es controvertido, pero creo que ha llegado el momento de abrir nuestros criterios a una revalorización de las mujeres.
No es competencia, no debe ser visto como lucha de poderes, ni menos un atentado a la tradición. Jesús no se equivocó en sus tiempos, las recibió en la misma forma que lo hizo con los hombres, juntos evangelizaron, mujeres, niños y hombres compartían la buena nueva, se apoyaban y crearon comunidades que son la base de lo que ahora conocemos como Iglesia. Jesús trató con afecto a las mujeres. Muestro mi sincero apoyo para la participación de la mujer aunque tal vez no me tocará verlo, pero me emociona saber que estos ajustes se encaminan hacia cambios por parte de nuestra jerarquía donde también estamos los laicos estamos involucrados.
Para ANUNCIAR Informa (AI)
Desde México
Rafael Salomón
-Este artículo esta publicado en el boletín digital, número 28, que corresponde al mes de Marzo de 2022.