Cada día estamos expuestos a una gran cantidad de información, sobreexpuestos a imágenes y publicidad que en su mayoría es engañosa. Nuestros sentidos, todos ellos tratando de ser seducidos para tener la atención completa y la tan preciada llamada a la acción. Desde que despertamos los algoritmos y los mensajes no dejan de enviar sus señales, por todos los medios intentan visibilizarse, audios, textos, imágenes, no hay desperdicio, los productos y servicios son ofrecidos en todas las formas posibles.
Miles de estos impactos van acompañando nuestro diario vivir, se normaliza su existencia y su repetición, algunos intentan llegar a nuestro inconsciente para que desde ahí se tome la valiosa decisión por una marca u otra. Cuando nos percatamos de estas prácticas podemos experimentar una sensación de agobio, asfixia y hasta de intoxicación, se trata de un exceso el cual nos aleja de la calma. La valiosa y necesaria calma para pensar, para sentir y sobre todo para encontrar el equilibrio emocional el cual nos llevará a la calma espiritual.
Con tantas distracciones las cuales aparecen en nuestra cotidianeidad, a veces es complejo encontrar ese remanso de paz en nuestras vidas, un ejemplo, mientras escribo esta reflexión, busco una melodía que vaya acorde con la tranquilidad de este momento, la selecciono y al momento de darle play, aparece un mensaje de publicidad para que compre o me entere de las bondades de algún producto o solo para que vea “algo” y en ese instante se rompe la armonía que pretendía. A veces encontrar un momento de calma en esta vida puede convertirse en una tarea casi imposible, porque ni apagando la computadora o el teléfono inteligente, se logra con éxito.
Algunos consejos para encontrar la calma nos invitan a la concentración, a no distraernos con nada, ¡excelente recomendación! Pero qué difícil puede ser aislarnos en un mundo donde todos estamos conectados. Llamadas telefónicas, mensajes de WhatsApp, notificaciones, agendas saturadas de actividades, la calma parece diluirse en nuestras vidas de una forma casi automática. Buscar la calma se ha convertido en una labor que requiere de un gran esfuerzo, por lo menos en una gran parte de la población mundial.
Escribió Pascal: “He descubierto que toda la maldad humana proviene de la incapacidad del ser humano de sentarse en calma en una habitación”. Desde hace algún tiempo se estaba alertando a la humanidad acerca de lo vital que es vivir con serenidad y los efectos negativos de alejarnos de la calma. La calma también aparece cuando estamos con personas con las que nos sentimos vinculados emocionalmente, en sintonía y seguros, pero también cuando realizamos prácticas que nos conectan con nuestro interior. Cada uno encontrará el remanso tan anhelado a su tiempo y a su manera; personalmente, la oración en silencio me lleva a ese encuentro de tranquilidad. Busquemos la sencillez como inspiración y la serenidad como forma de vida. “Guarda, y repósate; no temas, ni se turbe tu corazón”. Isaías 7,4
Desde México en su segmento exclusivo “La Sencillez del Amor” Rafael Salomón