Hace exactamente un año atrás, mis queridos lectores, por medio de esta editorial, los invitaba a reflexionar y era esto lo que les proponía: “No quiero detenerme en el problema del “bicho 19” sino en sus consecuencias para las personas. Consecuencias espirituales, mucho más graves y reales que las consecuencias que puede traer nuestro querido amiguito que aún no se ponen de acuerdo con las normas para la prevención.
Esta reflexión surge cualquier día de estos al salir a la calle y observar un poco a nuestro alrededor. ¿Que ven? Desde mi lugar, puedo darme cuenta de estar rodeado de gente con miedo, alejándose constantemente de quien atine a acercársele, gente sin siquiera con la voluntad y libertad de expresarse y permitirse ver un poco más allá de lo que informan los medios. Donde podes convertirte en héroe si te cercenas tu propia libertad. Si, acabo de escribir “libertad”.
A las personas de la noche a la mañana y sin mediar opiniones les han tapado la boca. Literal. Les propongo un ejercicio: La próxima vez que salgan a la calle, deténganse unos minutos y observen. Traten de hacerlo desde un lugar, metafóricamente hablando, más elevado. Vean esto que les digo, vean como la gente tiene la boca tapada. No pueden hablar, expresarse, no pueden sacar lo que tienen en su interior, deben tenerlo “atajado” por el “tapabocas” (que palabra horrible). Lo hacen porque los obligan. Que triste.
Por favor, no me malinterpreten, esto no es un llamamiento a armas, es simplemente una observación de como siempre resalta la docilidad de las personas, de cómo la gente está dormida en esta sociedad tan impersonal, tan alejada del interior de las personas, tan alejada de la fe y de la divinidad, tan alejada del hombre. La verdad incomoda, es más fácil no cuestionar y obedecer.
No se puede ir en contra de las reglas, eso está claro, pero por favor, no permitan que su pensamiento, su sentir, su alma quede detrás de ese barbijo/bozal que nos han obligado a usar. Manténganse despiertos, atentos, lean siempre entre líneas, no crean nada de buenas a primeras, investiguen y pregunten, contrasten información. Simplemente eso. No le regalen su humanidad a nadie”.
Recuerden, tenemos la obligación de ser felices.
Ignacio Bucsinszky