Amor, alegría, amabilidad, paciencia, fidelidad, bondad, modestia y dominio propio, que sean los frutos del Resucitado. El mensaje de Jesús debe ser recibido en nuestras vidas para cambiarlas, de lo contrario, seguiremos siendo los mismos. Aunque tengamos el interés de cambiar, si no lo hacemos verdaderamente, podrán pasar muchas Semanas Santas sin decidirnos a vivir con la novedad del Resucitado. Él con su entrega, nos da la oportunidad de renovarnos, de transformarnos e indudablemente de vivir en la sencillez del amor, aspecto que aun sigue incomodando a un gran sector de nuestra amada iglesia católica, especialmente aquellos que defienden con sabiduría lo que debería verse con el corazón. Veo con gran asombro a muchos hermanos, que con ese “halo” de intelectualidad, siguen levantando muros, dividiendo con sus comentarios, hiriendo, ignorando, creando distancia.
Jesús siempre alertó para que dejáramos de hacerlo, nos invitó a amarnos y a ayudarnos, todos somos invitados al Reino. No es crítica para nadie, tan solo quiero señalar que, de muchas maneras, seguimos siendo los mismos, tal vez las cosas no han cambiado. Sigue habiendo actitudes que separan, aíslan y minimizan al hermano. ¿Qué diría Jesús de nuestra manera de ser con nuestros hermanos? Seguramente nos vería con misericordia y pronunciando nuestros nombres nos diría: CAMBIA. El mensaje esperanzador de Jesús nos ofrece una vida nueva y repleta de hermosas posibilidades, cuando dejamos nuestros egoísmos, comenzamos a comprender que mi prójimo es tan valioso como yo mismo. El Reino de Dios es para todos y está entre nosotros, no solo para un grupo selecto como a veces lo ejercemos con nuestras amistades, entiendo que para algunas conciencias eso sigue angustiando e inquietando, porque la palabra: Todos, nos incluye a todos.
También es cierto que la palabra “Reino” presupone una estructura social grande y compleja, estado, imperio. Si todo lo que existe tiene su principio en Dios, ya que no existe nada, que no sea creado por Él, entonces, todo el Reino de Dios, en principio, es todo el inconmensurable universo, que comprende lo visible y lo invisible. Estamos llamados a cambiar desde lo más profundo de nosotros, invitados a compartir desde nuestras más profundas miserias humanas. “Jesús recorría todos los pueblos y aldeas, enseñando en las sinagogas judías, anunciando la buena noticia del reino y sanando todas las enfermedades y dolencias”. Mateo 9, 35. Todos estamos llamados a la salvación, como una familia, juntos, aprovechando los medios benditos que Dios le otorgó a Su Reino. Es la nueva vida que nos ofrece el reino de amor. La decisión es personal, pero si seguimos siendo los mismos y creyendo que el reino está reservado para unos cuántos, no fue lo que Él enseñó. Resurrección, vida nueva y eterna, te buscaré en toda la tierra ¡Te buscaré!
Desde México en su segmento exclusivo
“La Sencillez del Amor” Rafael Salomón,
se emitió en el programa de radio EL ALFA
Y LA OMEGA, Nro. 1017