Estimadisimos lectores, ya entrados en el tercer mes del año 2021, sobreviviendo al bichito 19 seguimos vivos, lo cual es importante, ¿verdad? Pero bueno, dejando estas cosillas de lado quiero centrarme en algo que realmente es importante, histórico y sin precedentes, se trata de la visita del Sumo Pontífice a Iraq. No es poca cosa, un tierra marcada por la violencia, en muchos casos por el hambre, por los niños abandonados a su suerte que se quedan sin sus padres y sus casas cuando aún siguen con la suerte de estar con vida en un “tira y afloje” -por decirlo de alguna manera- entre grupos de poder, fanáticos religiosos y terrorismo.
El papa argentino llegó a Bagdad el pasado 5 de Marzo llevando un mensaje de unión en una tierra devastada por años de guerra según sus palabras. Hizo hincapié en la profunda cultura iraquí ya que, como bien sabemos, esta zona fue la cuna de la civilización. Elementos como la escritura, el sistema sexagesimal, la cerveza -porqué no nombrar esta bebida espirituosa-, mapas estelares, la idea de Estado como conocemos hoy día, la imprenta -si se quiere- y tantas otras cosas quedan como legado que llegan hasta nuestros días.
Que paradoja que la cuna de la civilización hoy día sea un sitio de muerte y destrucción. Invito a la reflexión. Una práctica muy sana y harto conocida en estas desprolijas editoriales. Pensemos cómo podemos influir en las cosas, en los lugares y en las personas. Utilizando el viaje de Francisco a una tierra que floreció durante milenios y hoy no hace otra cosa que marchitarse día a día. ¿Cada uno de nosotros, florece o se marchita? ¿Cómo nos conectamos con quien está al lado nuestro? ¿Cómo nos llevamos con nosotros mismo, somos nuestros mejores amigos? ¿Cómo nos manejamos con nuestro entorno, lo destruimos o lo edificamos? Son preguntas simples pero a la vez muy cargadas. Estoy seguro que practicando estas preguntas a diario y sorprendiéndonos con la respuesta nos puede ayudar a ser un poco mejores cada día ¿No les parece?
Tenemos la obligación de ser felices.
Ignacio Bucsinszky