Seguimos inmersos en esta situación especial de cuarentena desde el 20 de marzo. Quienes recuerdan la nota que publiqué a modo de columna en el número pasado podrán notar seguramente, que el mundo sigue detenido y nosotros, sus habitantes, seguimos adaptándonos a esta nueva forma de vida.
¿Nos estaremos transformando en humanos? Advierta el lector un escenario así, un mundo con individuos cada vez más cercanos a sus emociones, extrañando cosas tan simples, y a la vez harto importantes, como un abrazo, la necesidad de contacto, pasar por lo de algún familiar a chequear que todo esté bien.
Digo, esas cosas que hasta hace unos 50 días no le dábamos la menor importancia. ¿Alguien se detuvo a recordar lo que se extraña, por ejemplo, salir a tomar un café? Continuando con la idea de mi artículo del número anterior, creo que es bueno recordar lo que estamos echando de menos para ponerlo en práctica cuando podamos volver a movernos libremente. Más allá de los fríos números de las tasas de contagios, de la cantidad de infectados y de la gente que ha fallecido, según dicen por este virus, me gustaría invitarlos a pensar y a sentir.
La mayoría tenemos más tiempo libre, debido a la baja en la actividad laboral en los distintos rubros, por eso detengámonos un momento para cerrar los ojos y permitirnos pensar y sentir dónde estamos. Tratar de hacer una mirada de halcón desde arriba, ver la situación desde una gran perspectiva para poder aprovechar estos momentos para sanear nuestro interior, depurar broncas, pensar en acercarnos un poco más a ese ser querido del cual nos habíamos distanciado, seguramente, producto de la vorágine en la que vivimos que no nos permite relacionarnos de manera limpia con el prójimo. Prepararnos para el desenlace de este episodio. Estar listos para cuando esto se solucione y poder reparar nuestras relaciones y recomenzar una vida más cerca de nosotros mismos.
Ignacio Bucsinszky